Una vecina de San Pablo acaba este jueves con 13 años de encierro en su piso.
Todavía no se lo cree. Le cuesta dormir «de los nervios» y empuja los días para que «pasen las horas volando» y sean ya las once de la mañana del jueves. A esa hora echará a andar el ascensor instalado en el bloque del Polígono de San Pablo en el que vive. Esperanza Suárez acabará entonces con 13 años de aislamiento en su propio domicilio. Tiene 60 años y la obesidad mórbida que padece le impide subir y bajar las escaleras. Sólo ha salido «con mucho esfuerzo» cuando murió su padre y por ingreso en un hospital. Ya ha pensado qué va a hacer cuando vuelva a pisar la calle: «Iré a ver a mis hermanos, que tengo uno que está enfermo. Pese a vivimos en el mismo barrio, llevamos casi un año sin vernos. Él tampoco puede subir ni bajar escalones».
La alegría de Esperanza es inmensa. Tanto que nada puede empañar este momento. «A ver cómo estoy ese día. No tengo mucha fuerza, la verdad. Me fallan la espalda y la cadera después de la caída que he tenido hace unos días», confiesa con prudencia mientras que atiende las llamadas de periodistas interesándose por su caso.
Esperanza está convencida de que el elevador le cambiará la vida, tanto para poder disfrutar del barrio como para recuperar las relaciones con los vecinos de toda la vida. Explica que en el piso de arriba vive una amiga suya, Paca, que hace dos años tuvo una caída en la que sufrió rotura de cadera. Desde entonces apenas pueden verse, salvo cuando «la bajan y se saludan a través del espejo de la entrada del piso»; o bien cuando se llaman por teléfono. «Estoy esperando el reencuentro. Somos muy buenas amigas. Era una pena. Estando tan cerca, parecía que estábamos a miles de kilómetros».
Esperanza tiene ganas de compartir un momento de charla con Paca. También con otros tantos vecinos «sentados al fresco en la plaza que hay abajo».
La felicidad de Esperanza es compartida por el resto de inquilinos del número 7 de la plaza Cristo y Alma, en el barrio B de San Pablo. «Hay muchas personas mayores y otras impedidas que también van a celebrar el ascensor», comenta Esperanza, que recuerda los planes de «una gran fiesta», de momento pospuesta para después del verano. Eso sí, todos los vecinos no encuentran palabras para agradecer la implicación del Grupo Praysa, una empresa del municipio de Sanlúcar la Mayor que les ha ayudado «a hacer realidad este sueño».
Y es que las condiciones de estas viviendas no permitían poner un ascensor en el interior del bloque. También había dificultades para ubicarlo fuera. Praysa propuso «una solución modular para torres de ascensor única en España», que además «reduce los costes de obra civil tradicional en un 40%». Según su director, Francisco Vázquez, se trata de un sistema que más rápido a la hora del montaje, «con sólo diez horas para una torre de cinco plantas». Su inauguración este jueves beneficiará a un total de diez familias. Será el segundo elevador que instalen en San Pablo después del que ya hay en la calle Soledad Miranda. «Es un orgullo brindar la oportunidad a gente que está enferma o le cuesta la propia vida subir y bajar. No hay retos imposibles. Hay que tener confianza en las cosas que se pueden conseguir», ha concluido Vázquez.
Publicado originalmente en El Correo